Honduras: Golpe de Estado

La democracia de Roberto Micheletti: una democracia de cáscara vacía

Por Lázaro David Najarro Pujol (Cuba)

Con la prueba de que el presidente de facto, Roberto Micheletti, llegó al asiento principal del país apelando a la mentira, falsificando firma y mediante un golpe de Estado, TODOS tenemos, independientemente de las concepciones políticas, ideológicas o religiosas, el deber moral de condenar y exigir justicia y a que se ponga fin a tanto atropello.
Es una vergüenza que una persona que mienta cínicamente, usurpe el poder constitucional, se autoproclame presidente y reprima al pueble aspire gobernar un país, solo porque cuente con el apoyado de una Fuerza Armada traidora y de medios de comunicación masivos infames que ocultan la verdad y se pliegan a la oligarquía que los sustentan.
Sería una mancha poner oídos sordos al reclamo universal de que retorne los derechos civiles en ese país y sea restituido su presidente constitucional. Permanecer mudos ante tanta infamia es convertirnos en cómplice del agravio a un pueblo heroico que desde el mismo día 28, está en las calles defendiendo sus derechos que le da su constitución ahora ultrajada y pisoteada.
Un pueblo que de la noche a la madrugada (27 al 28 de junio, mientras se aprestaba a participar en una encuesta), perdía las garantías constitucionales, era llevado a una especie de estado de sitio y se enteraba que su presidente constitucional, Manuel Zelaya Rosales, era secuestrado.
Como se ha difundido, el gobierno de facto le ha revolcado a los ciudadanos de esa nación, entre otros, los artículos 69, que establece que la libertad personal es inviolable; y el 71, que invoca que ninguna persona puede ser detenida ni incomunicada por más de 24 horas, sin ser puesta a la orden de autoridad competente. También se ultrajaron los artículos 78, mediante el cual se garantizan las libertades de asociación y de reunión siempre que no sean contrarias al orden público y a las buenas costumbres y el 81, mediante el cual la constitución garantiza que toda persona tiene derecho a circular libremente, salir, entrar y permanecer en el territorio nacional.
¡Tanta es la afrenta! ¿Cómo es posible que esos personajes enarbolen la bandera de la democracia? ¿Democracia o fascismo? ¿Democracia en un país, cuyas fuerzas armadas mantienen militarizadas las instituciones públicas? ¿Y que decir del triste papelazo del congreso hondureño?
Según la Enciclopedia libre, en sentido estricto la democracia “es una forma de gobierno, de organización del Estado, en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que le confieren legitimidad a los representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que todos sus habitantes son libres e iguales ante la ley…”
Puede ser que la democracia absurda a la que se refiere el bochornoso “gobierno” del presidente de facto, Roberto Micheletti sea la arcaica del gobierno "de los pocos" , olvidando que “el término democracia proviene del antiguo griego (δημοκρατία) y fue acuñado en Atenas en el siglo V a. C. a partir de los vocablos δημος («demos», que puede traducirse como «pueblo») y Κράτος (krátos, que puede traducirse como «poder» o «gobierno»)”, aunque en esa época la realidad era que una pequeña minoría de la población tenía derecho a participar de la llamada democracia ateniense, quedando automáticamente excluidos los esclavos y las mujeres.
La democracia a la que sueña ese bochornoso personaje y su congreso traidor es la que excluye automáticamente a los pobres, a quienes consideran sus siervos o esclavos. Es la democracia de la monarquía, el mando de los pocos. Es un retroceso manipulado al siglo V a. C.
Nelson Mandela estaba muy claro cuando afirmaba: “Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento. (Ushuaia, 1998).
Y Manuel Zelaya, quería para su pueblo comida, medicamentos para los enfermos y educación para los analfabetos. Quería la participación ciudadana, es decir “el derecho de la mayoría a que se adopte su posición cuando existen diversas propuestas.” Zelaya ha recibido el apoyo de los hondureños e internacional y Roberto Micheletti es aborrecido por su pueblo.
La única democracia que podría ofrecer el presidente de facto, Roberto Micheletti al pueblo de Honduras es una democracia de cáscara vacía.

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